La rendición
Una sesión debidamente ejecutada, con el canto y los sonidos de los diversos instrumentos con los que trabajo, y sobre todo con el sonido de los gongs con potentes armónicos que se van sobreponiendo en capas creando una multiplicidad de tonos y sobretonos… provoca una alteración de la conciencia permitiéndonos acceder a sus niveles más profundos. Los sonidos armónicos nos llevan hacia un estado meditativo que facilita la percepción transpersonal, es decir, que podemos ir más allá de la personalidad, trascender el ego, y reconocer nuestra verdadera naturaleza.
Para ello hay que rendirse, ser capaz de soltarse, dejar de controlar y aceptar lo que pasa sin juzgar, sin resistencias, sin intervenir: convertirnos en observadores.
Más allá de la experiencia con los sonidos armónicos, este es un ejercicio enriquecedor, porque además de poder reconocer lo que somos cuando la mente deja de controlar, también nos da la oportunidad de sintonizar con la vida, de aprender a aceptar lo que hay con confianza y a establecer una buena relación con el momento presente.
Cuando humildemente asentimos a lo que hay, cuando aceptamos la vida como se nos presenta y actuamos con lo que nos ofrece, ésta se transforma y se alivia gracias a la resonancia: la libertad entra en nuestra vida y el drama desaparece.
La rendición no es resignación, la rendición es un acto poderoso, implica ceder más que resistirse al flujo de la vida, es un conocimiento simple pero profundo y luminoso: aceptar el momento presente incondicionalmente y como único lugar donde poder sintonizar con la Vida.